jueves, 30 de junio de 2011

¿Por qué no me da bola? Economía de Viernes a la Noche

¿Cuántas veces te pasó de ir a un boliche, ver a esa chica despampanante y pensar mil estrategias para acercarte, para luego ver que es con otro con el que se va? ¿Cuántas veces viste una chica súper linda, y preferiste acercarte a otra que te pareció menos linda, pero más “accesible”? ¿Y cuántas veces te armaste de coraje, pensaste la línea perfecta para arrancar el diálogo, tuviste lista la billetera para invitarla el mejor trago, y cuando te paraste frente a ella, sin rodeos te respondió: “¡Salí de acá, pesado!”?

¿Por qué pasa esto? ¿Por qué algunas mujeres son más “difíciles” que otras? ¿Por qué algunas ni te miran y si te hablan te repiten lo de siempre: “vengo a bailar con mis amigas, me divierte”?

Bien, lo que sucede dentro del boliche, es algo que atraviesa toda la economía y es el sistema de precios en pleno funcionamiento.

Es decir, así como a vos te parece increíblemente linda (y lo mismo piensan tus amigos con quienes estuviste hablando ya 15 minutos de todo lo que harían si ella les hablara) también a muchos otros puede pasarles lo mismo. Y de hecho, cuando este es el caso, la bola que nos pueda dar esa chica se transforma en un bien muy escaso.

¿Quiere decir esto que nuestra despampanante mujer se ha achicado, que ahora hay menos cantidad de ella? Claramente no, la escasez tiene que ver con la capacidad de la niña en cuestión de prestarnos atención.

Es decir, dada la gran cantidad de “unidades de atención” que se le demandan (es decir, muchos pibes como vos están yendo a hablarle), y dado que ella es solo una y no puede “abastecer” a tantos pretendientes, el acceso a ella es cada vez más restringido.

Lo que vemos en estas situaciones no es una “histérica”, una “mala onda” o una “creída”, sino un bien (que la chica nos dé bola) que tiene una demanda demasiado alta en relación a su oferta. Aún si la chica tuviera la mejor onda y quisiera realmente estar con un montón de sus pretendientes –juicios de valor abstenerse-, no podría hacerlo, ya sea por restricciones de tiempo, de espacio, o hasta de higiene en el peor de los casos.

Finalmente creo que estaría bueno repasar lo que ilustra este caso y cómo puede evolucionar la situación en el marco del mercado competitivo:

En primer lugar, hay que decir que el sistema de precios, cuando funciona libremente, refleja la escasez relativa (escasez relativa de la oferta en función de la demanda en un momento dado) de los productos.

Ahora bien, una vez que tenemos esa situación, se me ocurren al menos tres maneras de resolverla.

EL MEJOR POSTOR: Te ponés la mejor ropa, la invitás el mejor trago, le preguntás a las amigas qué le gusta, y no la dejás ir hasta que te escucha. La ganaste, pero fuiste el que más esfuerzo puso.

EMPRESARIALIDAD: Otras chicas, al ver la cola de pibes que está detrás de la ganadora de la noche, deciden imitarla. No será una copia idéntica, pero buscarán sacar aquello que les permita tener más levante. Una vez que lo logren, la oferta de chicas deseadas crece, y la dificultad de acceso a la primera (su “precio”) pasa a ser menor.

OTROS MERCADOS: Nosotros, los pibes, que vemos que “el mejor postor” ya ganó, decidimos explorar otros mercados, ir a hablar con otras chicas y tratar de conseguir algo sin esforzarse tanto. Sacrificamos “calidad”, pero el “precio” pagado también es mucho menor.

Por supuesto que hay consideraciones como el libre albedrío de los involucrados que pueden escapar a toda ley, pero lo importante es resaltar que el sistema de precios sirve para reflejar escaseces relativas y que el mismo funcionamiento del sistema es el que nos ayuda a resolverlas y permite que nuestras necesidades sean satisfechas.

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